miércoles, 3 de junio de 2009

El principio de unión en el budismo (Itai Doshin)

El budismo pone especial énfasis en los lazos humanos que forman el contexto para la transmisión y la práctica de las enseñanzas (la Ley o dharma). Ese conjunto de conexiones se podría comparar con los hilos de un tejido, en el cual la urdimbre corresponde al vínculo entre maestro y discípulo, y la trama, a la relación de mutuo aliento que se establece entre los miembros.



Si bien se les otorga a las enseñanzas un gran valor, y el propio Nichiren advirtió a sus discípulos que "confiaran en la Ley y no, en la persona", los escritos de aquel poseen innumerables pasajes que destacan la importancia de crear y de mantener la armonía entre las personas. Por ejemplo, Nichiren escribió en una carta: "Todos los discípulos y seguidores laicos de Nichiren deben entonar Nam-myoho-renge- kyo con el espíritu de ser distintas personas con un mismo propósito, trascendiendo todas las diferencias que pueda haber entre ellos, hasta llegar a ser inseparables como los peces y el agua en que nadan". (1) Esa carta fue escrita cuando la pequeña comunidad de seguidores de Nichiren estaba enfrentando duras persecuciones por parte de las autoridades feudales. Él exhortó a sus discípulos a que no abandonaran la esperanza, aunque fuesen pocos en número y los alentó de la siguiente manera: "Si prevalece el espíritu de distintas personas con un mismo propósito, estas podrán lograr todos sus objetivos; por el contrario, si en apariencia están unidas, pero abrigan diferentes propósitos, no podrán lograr nada significativo" .


La expresión empleada por Nichiren "distintas personas con un mismo propósito", consiste de cuatro caracteres chinos que podrían también traducirse como 'diferentes en cuerpo, iguales en espíritu'. Lo importante es que la clase de unión a la que se aspira no implica una uniformidad impuesta desde el exterior. En rigor, se trata de una unión basada esencialmente en el respeto por la diversidad y por las cualidades únicas de cada individuo ("muchas personas"). Esa unión surge, para citar palabras del presidente Ikeda, cuando "se atesora a cada persona como alguien único e irreemplazable, y se hace lo posible para hacer surgir lo mejor de cada uno".


Contrariamente, agrega, "'muchas personas y muchos propósitos' da como resultado una extrema desunión, en tanto que 'una sola persona y un solo propósito' implica el control que ejerce un pensamiento colectivo unidireccional, que ignora la individualidad y culmina en el totalitarismo. Ninguna de tales situaciones permite que las personas manifiesten sus aptitudes únicas".


La frase "un mismo propósito" no significa que deban adoptarse valores estandarizados o que todos tengan que pensar de la misma manera. La expresión en realidad apunta a compromiso compartido, aunque profundamente personal, con un objetivo o ideal trascendente. Ofrece un ejemplo de solidaridad entre gente que se pone en acción para lograr un cambio positivo en el mundo. Cada individuo tiene una misión única, que solo él puede cumplir, una contribución especial que le es propia. Un espíritu de colaboración respetuosa y espontánea hacia un ideal en común genera el entorno propicio para que cada uno despliegue sus cualidades y aptitudes únicas.


A comienzos de la década de 1940, cuando el Japón estaba bajo el dominio de un régimen fascista totalitario, el presidente fundador de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi, criticó la imposición de un dogma oficial que exaltaba la "abnegación personal en favor del bien público", eslogan que se utilizó para justificar el sacrificio incondicional que se exigía de la población para apoyar el esfuerzo bélico. "La negación de uno mismo", escribió Makiguchi, "es una falacia. El verdadero camino es buscar tanto la propia felicidad como la de todos los demás". Declaró luego que la organización se dedicaría a capacitar a la gente para que cada uno desarrollara su potencial único mientras contribuía a florecimiento de la sociedad en su conjunto.


Makiguchi también percibió la ironía en el hecho de que cierta gente malintencionada encontraba relativamente fácil establecer una solidaridad basada únicamente en la ganancia material o en beneficios políticos. La gente de buena fe, escribió, al ser más independiente en el aspecto espiritual, tendía a no dar la merecida importancia al principio de la unión. La historia está en efecto plagada de ejemplos de gente de buena voluntad que, al no poder trabajar en unión armoniosa con los demás, dejó el campo libre para que las fuerzas del odio y de la destrucción se impusieran. Es innegable, entonces, que solamente la unión establecida sobre una base amplia entre personas dispuestas a trabajar para crear un futuro mejor nos permitirá enfrentar los desafíos del nuevo siglo. El principio budista de "distintas personas con un mismo propósito" es a la vez la representación de la unión y de la diversidad. Encarna la unión de individuos autónomos que, consagrados a la tarea de la transformació n personal y de la solidaridad con los demás, manifiestan una profunda fe en la posibilidad de un futuro mejor.



[Basado en el artículo publicado en la edición de enero de 2005 de la revista SGI Quarterly.]

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