lunes, 1 de junio de 2009

El Buda y el Cristo

(Living Buddhism, mayo 2004, págs. 27 – 29)

Por Greg Martin, Asesor en Jefe del Departamento de Estudio

Esta serie tiene como intención ayudar a los miembros de la SGI a mejor comunicar el Budismo Nichiren a sus familiares y amistades cristianas, al examinar desde una perspectiva budista, palabras y significados comunes a la fe cristiana. Sin embargo, para aclarar el contexto de nuestro análisis, deseamos hacer los siguientes comentarios.



Primeramente, enfocarme en lo que creemos son principios del Cristianismo generalmente aceptados, sin dejar de reconocer que dentro de la fe cristiana existe una gran diversidad.


Dentro del alcance de esta serie, sería imposible examinar a plenitud todas las variaciones de la doctrina cristiana. Por tanto, solicitamos la indulgencia del lector o lectora por las inevitables generalizaciones en cuanto a conceptos que obligatoriamente nuestro enfoque tiene que adoptar.


Segundo, nuestra intención tampoco es asumir un enfoque de refutación ante el Cristianismo

No vemos la necesidad, ni el valor, en tratar de socavar una tradición religiosa que tiene aceptación amplia y es de valor palpable.


Finalmente, no asumimos una posición exclusivista – aquella de que el Budismo Nichiren es el único vehiculo capaz de llevar a sus seguidores y seguidoras a los pináculos de la verdad y las costas de la felicidad. Mientras que ciertamente creemos que existe una única realidad máxima, reconocemos que las principales tradiciones religiosas, desde distintos niveles, también buscan y entiendes esta verdad. Lo que más nos concierne es el grado en que la tradición religiosa pueda cumplir con lo que promete.


Ya que Nichiren nunca conoció el Cristianismo, éste nunca comentó directamente sobre esta doctrina. Basados en el estudio de la filosofía de la vida de Nichiren, la intención de los autores es proveer una base para el diálogo y la comprensión.


De los editores y las editoras de Living Buddhism


La anterior y segunda entrega de esta serie comparó a Shakiamuni y Jesús como personas y maestros reales, y se encontraron paralelos, especialmente en las enseñanzas de amor y compasión que ambos propagaron. Tras la muerte de ambos, los discípulos y las discípulas de cada uno se vieron ante el reto de explicar a los demás quienes eran estos dos seres extraordinarios – qué enseñanza habían propagado y qué impacto habían tenido – y esos esfuerzos se desarrollaron hasta convertirse en dos de las principales religiones del mundo. Como resultado, Shakiamuni se convirtió en el “Buda” y Jesús, en el “Cristo”.


Jawarharlal Nehru, el primero que ostentó el cargo de primer ministro de la India, dijo en cierta ocasión: “La genialidad del Buda surge del hecho de que es hombre. Fue el fundador de uno de los más profundos sistemas de pensamiento en la historia de la humanidad y poseía un espíritu inflexible, así como la más noble compasión. Fue un acusador en contraposición a la nutrida multitud de los dioses. “Después de la muerte de Shakiamuni,” · Éste fue endiosado. Se fusionó con la multitud que le tendió un cero, lo que en efecto eclipsó el lado humano de Shakiamuni.
Tras ser endiosado Shakiamuni, se abrió una brecha entre el reino humano y Shakiamuni como divinidad. Los seres humanos ya no podían buscar de Shakiamuni con la expectativa de recorrer el mismo sendero de él. La única alternativa que quedaba era tener esperanza y orar por la intervención divina de Shakiamuni en las vidas humanas.

El presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, ha escrito lo siguiente: “Cuando ‘Shakiamuni el ser Humano’ cayó en el olvido, el Budismo dejó de ser una enseñanza sobre cómo vivir la mejor vida posible. El sendero de mentor y discípulo desapareció. Consecuentemente, el Budismo cayó en deterioro y se tornó autoritario”.


Con respecto a Jesús, la iglesia cristiana primitiva también lidió con resolver el planteamiento Dios vs. Hombre y optó por irse por ambos caminos. La doctrina de la Encarnación, una que tomó varios siglos para desarrollarse, sostenía que en Jesús, Dios asumió un cuerpo humano – Cristo como Dios-Hombre. Según el Credo de Calcedonia, Jesucristo era 2ª la vez divino en su totalidad y humano en su totalidad…de una sola esencia con el Padre en cuanto la divinidad, y al mismo tiempo de una sola esencia con nosotros en cuanto a su humanidad, en cada aspecto igual a nosotros, excepto en el pecado.”


Se consideró que Jesús cerraba la brecha entre Dios y la humanidad. Dios se hizo hombre en la forma de Jesús para crear un vínculo para que, a través de Jesús, el ser humano pudiera alcanzar la unión con Dios. Pero sólo Jesús es un con Dios directamente, una inseparabilidad que el cristiano individual no puede experimentar en la misma medida – la singularidad es de Jesús solamente, ya que nosotros y nosotras somos pecadores y pecadoras, pero Jesús no lo es. Aunque en la teoría se había construido un puente, en realidad, tal y como lo revela la historia de la Iglesia Cristiana, con demasiada frecuencia el abismo era imposible de cruzar.


Por ende, Ralph Waldo Emerson, la voz del Renacimiento Norteamericano, expresó lo siguiente: “La creencia que al momento prevalece en el Cristianismo es la No Creencia de los seres humanos. Consideran a Jesús como el Señor, pero no como el hermano. Cristo predica la grandeza de la humanidad, sin embargo, lo único que se escucha es sobre la grandeza de Cristo”.


Por al menos durante un milenio, la postura espiritual aceptada ha sido el modelo feudal – Señor y súbdito. En el contexto de las sociedades tanto en Jerusalén, como en la India – de hecho, como en la mayoría del mundo en ese momento – el ordenamiento del mundo era como sigue: dioses, realeza, plebeyos. Naturalmente, esto también se convirtió en el ideal aceptado para la fe religiosa.


Según este modelo, el deber humano en el orden natural de las cosas consistía de servir al Señor local y a este Señor pedir intercesión para obtener favores de la realeza. Esto igualmente se convirtió en el modelo aceptado para el servicio a los dioses. Así, se convirtió en algo muy natural de visualizar a ambos grandes maestros – Shakiamuni y Jesús – como separados y por sobre la realidad cotidiana de los creyentes. Testimonio de esto es que con frecuencia escuchamos referencias a Jesús como el Señor Jesucristo, y a Shakiamuni como el Señor Shakiamuni.


John Shelby Spong en Why Christianity Must Change or Die (Por qué el Cristianismo tiene que cambiar o si, muere), llega a la misma conclusión al rechazar las interpretaciones literales de las
Escrituras: “Lo que aquellos escritores (de los Evangelios) trataban de decir (al describir las experiencias post mortem de Jesús dentro de ellos, y entre ellos), dentro de los conceptos limitados que tenían, era que en la vida particular de la persona espiritual Jesús, ellos veían no solo a Dios, sino también un retrato de lo que cada cual de nosotros podría asemejar en nuestro pleno estado espiritual. Ellos sugerían que Jesús era el retrato del destino que podían tener quienes recibieran el Espíritu Santo. Aquellos escritores insinuaban que la persona espiritual Jesús podía descubrirse una y otra vez en cada cual de nosotros a la vez que diariamente nos tornamos más receptivos a escalar nuevas alturas de humanidad. Estos eran alegatos asombrosos.


Cuando aquella vida increíble llegó violenta y prematuramente a su fin, se pensó que fueron abrazados por sus seguidores y seguidoras aquellas cualidades de Dios que habían sido experimentadas en Jesús , lo que les hizo concientes de que la presencia espiritual que habían conocido como Jesús era al presente una realidad manifestada en ellos. Como destinatarios del espíritu de Jesús, vivían la vida de una nueva manera. Era la misma calidad de vida que creían que habían conocido en Jesús, y así, con el poder de esa nueva vida gritaron, ¡Vive Jesús!.


¡Vive Buda! ¡Regresen a Shakiamuni, el ser humano! Éste fue el grito de Nichiren. Él se dio cuenta que cuando los discípulos y las discípulas practicaban con la misma mente y comportamiento de Shakiamuni, esos mismos discípulos discípulas podían alcanzar el mismo estado de vida. En vez de considerar a Shakiamuni como un dios – y en su lugar considerarlo como guía y maestro – Nichiren pudo restaurar la humanidad del Budismo al correctamente percibir la relación espiritual apropiada entre Shakiamuni y sus discípulos y discípulas – la relación mentor, discípulo y discípula. Aparentemente, Spong cree que esto mismo se necesita en el Cristianismo.


La relación mentor y discípulo nos reta a abrazar una visión de nosotros mismos o nosotras mismas radicalmente diferente. Abrazar ya sea a Shakiamuni o a Jesús como maestros exige que luchemos por emular el comportamiento de ellos, y por ver la increíble oportunidad que las vidas y enseñanzas de ellos revelan sobre la condición humana. Según esta manera de pensar ambos grandes maestros no se enfocaron en decir: “Mírenme, vean lo grande que soy, “sino en “Mírenme, vean lo grande que son ustedes”


Por tanto, como budistas, no creemos en un salvador o redentor que no sea nosotros mismos o nosotras mismas. No creemos que nadie posiblemente pueda expiar nuestro karma, ni siquiera con la muerte de ese alguien. En su lugar, creemos que lo más útil para nuestra propia “salvación” es buscar de la sabiduría que poseen los grandes maestros e implementarla.

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