MUJERES EN EL TRABAJO
Por DAISAKU IKEDA
Por DAISAKU IKEDA
A pesar de las desfavorables condiciones reinantes, cada mujer debe desarrollar sus habilidades al máximo. Estos firmes esfuerzos serán lo que le harán ganar, con el tiempo, el reconocimiento y el respeto de la sociedad.
Hace algunos años, una mujer cuyo marido se había muerto de cáncer me relató el modo en el que logró levantarse de nuevo. Tenía tres hijos y cuando su marido falleció, me explicó, se sentía totalmente perdida en cuanto a qué hacer. El impacto debe haber sido como si, de repente, la tierra hubiese dejado de girar. La profundidad del amor que sentía por sus niños fue lo que le permitió seguir adelante: “yo no puedo permitir que mis hijos pierdan las esperanzas,” se prometió a sí misma.
Aunque la familia no se encontraba tan mal desde el punto de vista financiero, ella comenzó a trabajar para una compañía constructora. Se mantuvo al frente del cuidado de su familia y se puso el desafío de dominar su nuevo trabajo. Mediante su trabajo se propuso demostrar, no sólo a sus hijos sino al resto del mundo, que su familia, de ninguna manera, sería derrotada por la tragedia.
La mayoría de las mujeres, por supuesto, trabajan porque tienen que hacerlo. Dados los difíciles momentos económicos que se están viviendo en el mundo entero, ha habido un aumento en el número de hogares en los cuales ellas tienen que salir a trabajar.
Nunca debemos olvidar que el trabajo es una actividad humana natural. Mientras trabajamos, el hecho de que nuestra mente se concentre, que nuestros nervios se fortalezcan y que nuestra voluntad se vea comprometida en las actividades que estamos llevando a cabo, puede ser realmente nuestra mayor protección contra el deterioro mental y físico producto del envejecimiento. Nos llenamos de más energía cuando ponemos la mirada en el dinamismo y en la vibración que forman parte de nuestra vida.
Pensar en el trabajo sólo como una manera para complementar el ingreso familiar puede causar resentimiento interno e infelicidad y también puede conducirnos a un callejón sin salida. Yo espero que usted pueda ver el trabajo como un medio para mejorar y como una manera de contribuir con el mundo. El trabajo debe considerarse una gran oportunidad para el crecimiento, no una carga. Si una mujer se convence de que su trabajo está reforzando el bienestar de la sociedad, yo estoy seguro que encontrará la verdadera liberación, es decir, su propia liberación como ser humano. Cuando una mujer comprende su propio valor y expande sus horizontes, puede servir de ejemplo de lo que es un nivel más alto de desarrollo, no sólo para las demás mujeres, sino para la sociedad en su conjunto.
Lamentablemente, pocos ajustes se hacen para cubrir las necesidades de las mujeres que trabajan fuera de sus hogares. Con frecuencia las oportunidades de trabajo que tiene una mujer la hacen sentir que está siendo discriminada pues se le asignan tareas menos importantes que a sus colegas masculinos. Si las mujeres se mantienen ignorantes de esta situación, o si se resignan a ella, los aspectos negativos de nuestro mundo dominado por los hombres seguirán inalterados. A pesar de las desfavorables condiciones reinantes, cada mujer debe desarrollar sus habilidades al máximo. Estos firmes esfuerzos serán lo que le harán ganar, con el tiempo, el reconocimiento y el respeto de la sociedad. Sólo entonces llegarán las mujeres a cambiar la sociedad. Y resulta indudable que el toque y el poder femenino son necesarios para convertir el áspero mundo de los hombres en uno más humano. Ni la mejor computadora puede reemplazar la apacible creatividad, el calor moderado o la bondad de una persona.
Cuando yo era joven aprendí que la palabra japonesa que significa trabajo quiere decir, literalmente, proporcionar comodidad y confort a los demás, y a juzgar por la experiencia que he vivido en mis encuentros con muchas personas, todo parece indicarme que los seres humanos más felices son los que hacen felices a los demás. Así lo enseñan los sutras budistas, cuando usted encienda una lámpara para otras personas, su propio camino también se encenderá.
Poner en funcionamiento una casa y levantar a una familia requiere de enormes exigencias. Si a esto agregamos el trabajo fuera de la casa, nos encontramos con que cada uno de los días se vuelve un forcejeo titánico contra el tiempo. Después del agotamiento del trabajo, muchas mujeres tienen que apresurarse a llegar casa para satisfacer las necesidades de sus niños, prepararles la comida y llevar a cabo sus demás quehaceres domésticos. Con todas las responsabilidades que tienen las mujeres que trabajan fuera del hogar apenas puedo creer que alguna vez realmente puedan descansar, incluso mientras duermen. Sin embargo, en mi opinión, cuando uno está ocupado, nuestra mente y nuestro cuerpo se mantienen en forma, y si una persona es dos veces más activa de lo normal, puede también sentirse doblemente satisfecha y lograr el doble en la vida. En contraste, existe a veces el riesgo de que las mujeres que se pasan todo su tiempo en la casa, terminen angustiándose por asuntos triviales y hasta puede que nunca lleguen a sentir la satisfacción de haber ensanchado sus horizontes.
Podríamos comparar la vida de una madre que trabaja fuera de la casa con una bicicleta, en la que el trabajo y la familia son sus dos ruedas: el ciclista debe mantener ambas ruedas en equilibrio para atravesar un camino lleno de numerosos obstáculos. Para evitarlos, es preciso sostener firmemente el manubrio. En otras palabras, necesita una clara comprensión sobre la razón por la cual está trabajando. Ella sólo podrá aprender a dominar el ciclismo por ensayo y error: en momentos, pondrá demasiado peso en el trabajo, o demasiado poco, y hasta puede que, a veces, pierda el equilibrio. Pero aun así, tiene que mantenerse intentándolo y seguir adelante.
Los pequeños esfuerzos pueden ayudarnos a mantener este equilibrio. Una nota para los miembros de su familia en la cual les informa la hora en que usted llegará a casa o en la que les dice lo que tienen que hacer, vale tanto como mil palabras. Otras claves que yo he obtenido de mis conversaciones con muchas mujeres que trabajan fuera de la casa son: nunca mezclar los asuntos de trabajo con los asuntos de la familia, completar día a día, siempre que sea posible, las tareas que se tienen entre manos, ser una buena oyente, y ponerse metas específicas en cuanto a la carrera profesional.
Muchas de las madres que trabajan fuera del hogar se preocupan por el impacto que ejerce su profesión sobre sus niños. No obstante, según los estudios, el lapso de tiempo que una madre pasa con sus hijos no es tan importante como la profundidad de su amor y de la franca comunicación que existe entre ellos cuando están juntos. Un factor muy importante es que las mujeres tengan confianza plena en su manera de vivir. Los niños respetarán y confiarán en sus madres, de un modo natural, si ellas logran darles amor aunque estén muy ocupadas. De hecho, parece ser que la imagen de una madre que se esfuerza por cumplir las necesidades de su trabajo y las de su familia da origen a una actitud muy equilibrada en sus niños.
En este mundo fundamentalmente dominado por los hombres, se requiere de un mayor esfuerzo por parte de las mujeres del que se requiere por parte de los hombres. El papel de la mujer es en verdad exigente. Por una parte, los hombres necesitan de ellas por la calidez que para ellos es todavía tan incómodo expresar y, por la otra, la sociedad necesita su magnanimidad, sabiduría y sentido práctico de las cosas. Si las mujeres logran abrir sus vidas a una participación activa en la sociedad, el valor para ellas mismas y para toda la humanidad será inmensurable.
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