Literalmente, honzon es «objeto de respeto fundamental». Go es un prefijo honorífico.
El hon de honzon connota la verdadera base de la vida y del universo; mientras que zon connota veneración y reverencia hacia dicha base.
Hay toda clase de objetos en los cuales recae devoción de las personas; en ciertas religiones, se venera a determinados animales, como caballos o serpientes. Sin embargo, Nichiren Daishonin dijo: «Todas estas escuelas se equivocan de raíz en lo que respecta al verdadero objeto de veneración
Por ende, si uno abraza como objeto de respeto fundamental algo que no constituye la base del universo, todo saldrá de su cauce normal y degenerará en una situación de desorden. Por ejemplo, hay personas que depositan su respeto fundamental en cosas como el dinero, los medios de comunicación, la ciencia y la tecnología, o los títulos universitarios. Otros dejan que su vida gire en torno a sus padres o a su pareja. El Budismo de Nichiren Daishonin toma como objeto de veneración fundamental el estado de vida de la Budeidad, la esencia eterna de la vida. No es algo abstracto, pues se trata de nuestra propia vida. El Gohonzon reside en nuestro interior.
No hay práctica más sencilla que hacer el gongyo y el daimoku. No tenemos extrañas austeridades, podemos tomar contacto con el estado de Buda a través de una forma de practicar extremadamente sencilla. Como nuestra práctica budista transcurre en medio de la vida cotidiana, es fácil caer en la inercia y descuidarla. En ese sentido y por la continuidad, tal vez no haya práctica más difícil.
En el Budismo de Nichiren Daishonin, la Ley fundamental del universo es lo que se venera como objeto de respeto supremo. Esta Ley es, también, la esencia de nuestra propia vida.
Esto tal vez sea un poco difícil de entender, pero cuando oramos al objeto de respeto fundamental -el Gohonzon-, comienza a funcionar el principio budista de la «fusión entre la realidad y la sabiduría». La «realidad objetiva» del Gohonzon y la «sabiduría» de nuestra mente se fusionan en el nivel más profundo y esencial. En otras palabras, en la oración se fusiona nuestra vida con la Ley suprema del universo.
Pensémoslo como los engranajes de un mecanismo de transmisión. Cuando un pequeño diente se encaja entre los de otro engranaje más grande, puede desplegar una tremenda fuerza que, de otro modo, estaría totalmente fuera de su capacidad. Del mismo modo, cuando sincronizamos el microcosmos de nuestra vida con el macrocosmos de la vida universal, podemos tomar contacto con una fuerza ilimitada que nos permite superar cualquier problema. Todas las deidades budistas -funciones protectoras del universo-, todos los budas y bodhisattvas de las diez direcciones se activan para que nuestros anhelos se traduzcan en un resultado positivo.
Nam-myoho-renge-kyo es el sonido del gran ritmo universal, la usina de todas las actividades del universo. También es el corazón y la esencia del cosmos.
El hon de honzon connota la verdadera base de la vida y del universo; mientras que zon connota veneración y reverencia hacia dicha base.
Hay toda clase de objetos en los cuales recae devoción de las personas; en ciertas religiones, se venera a determinados animales, como caballos o serpientes. Sin embargo, Nichiren Daishonin dijo: «Todas estas escuelas se equivocan de raíz en lo que respecta al verdadero objeto de veneración
Por ende, si uno abraza como objeto de respeto fundamental algo que no constituye la base del universo, todo saldrá de su cauce normal y degenerará en una situación de desorden. Por ejemplo, hay personas que depositan su respeto fundamental en cosas como el dinero, los medios de comunicación, la ciencia y la tecnología, o los títulos universitarios. Otros dejan que su vida gire en torno a sus padres o a su pareja. El Budismo de Nichiren Daishonin toma como objeto de veneración fundamental el estado de vida de la Budeidad, la esencia eterna de la vida. No es algo abstracto, pues se trata de nuestra propia vida. El Gohonzon reside en nuestro interior.
No hay práctica más sencilla que hacer el gongyo y el daimoku. No tenemos extrañas austeridades, podemos tomar contacto con el estado de Buda a través de una forma de practicar extremadamente sencilla. Como nuestra práctica budista transcurre en medio de la vida cotidiana, es fácil caer en la inercia y descuidarla. En ese sentido y por la continuidad, tal vez no haya práctica más difícil.
En el Budismo de Nichiren Daishonin, la Ley fundamental del universo es lo que se venera como objeto de respeto supremo. Esta Ley es, también, la esencia de nuestra propia vida.
Esto tal vez sea un poco difícil de entender, pero cuando oramos al objeto de respeto fundamental -el Gohonzon-, comienza a funcionar el principio budista de la «fusión entre la realidad y la sabiduría». La «realidad objetiva» del Gohonzon y la «sabiduría» de nuestra mente se fusionan en el nivel más profundo y esencial. En otras palabras, en la oración se fusiona nuestra vida con la Ley suprema del universo.
Pensémoslo como los engranajes de un mecanismo de transmisión. Cuando un pequeño diente se encaja entre los de otro engranaje más grande, puede desplegar una tremenda fuerza que, de otro modo, estaría totalmente fuera de su capacidad. Del mismo modo, cuando sincronizamos el microcosmos de nuestra vida con el macrocosmos de la vida universal, podemos tomar contacto con una fuerza ilimitada que nos permite superar cualquier problema. Todas las deidades budistas -funciones protectoras del universo-, todos los budas y bodhisattvas de las diez direcciones se activan para que nuestros anhelos se traduzcan en un resultado positivo.
Nam-myoho-renge-kyo es el sonido del gran ritmo universal, la usina de todas las actividades del universo. También es el corazón y la esencia del cosmos.