Entre occidentales medianamente informados sobre el budismo y su doctrina se ha debatido, muchas veces, si el budismo niega a Dios o lo incluye de alguna manera, si el budismo es agnóstico o ateo o ninguna de las dos cosas, si tiene el budismo algún equivalente de la noción teológica de Dios o carece de ella, si debe ser comprendido como una religión natural -no revelada- o una pura ética, etc.
Todas esas discusiones son
sólo discusiones de palabras. Son problemas abstractos y carentes de valor
gnoseológico real. Ese debate, entre lo que enseña el budismo y la noción
occidental de Dios, sólo puede existir si previamente se ha reducido a Dios a
no ser sino un mero concepto; y si, además, también se ha degradado al budismo
al nivel de un discurso teórico abstracto. El falso problema desaparecería si
el teísta tuviese una noción lo suficientemente profunda de Dios, y también
desaparecería si se comprendiera que el budismo es, ante todo y por sobre
cualquier otra cosa, una vía de realización espiritual. Repetimos de realización
y no de argumentación abstracta sobre tales o cuales cosas.
Por otra parte, entre los
practicantes occidentales que han abandonado sus religiones de origen (judíos y
cristianos) para arribar al budismo, se escucha con frecuencia la idea de que
el budismo, al carecer de la noción de Dios, pone en manos del individuo la
dirección de su vida y su razón de ser. Se habla así con inocultable
complacencia pues se interpreta que en ese pasaje, de la religión monoteísta al
budismo, se ha ganado en libertad y en autonomía personal. Se atribuye al
budismo la enseñanza de que, palabras más palabras menos, 'todo está en mí' o
'todo depende de mí' o 'todas las respuestas están en mi propio interior' y
otras cosas por estilo. Incluso se llega hasta convertir al budismo en un
discurso de elevación de la autoestima, sin demasiadas diferencias con las
típicas sugestiones pseudo espirituales de la New Age (*). En ese proceso los
convertidos al budismo han pasado de la religión de Dios a la religión del
yo...
Estas dos cuestiones, la
discusión acerca de si el budismo niega a Dios y la ilusión de que el budismo
pone en manos del individuo la dirección de su vida, tienen un trasfondo común:
el exacerbado sentido del Ego que define a la cultura occidental moderna.
Debido a ese agudísimo sentido del propio yo, el occidental o bien concibe a
Dios como analogía del yo (es el dios toscamente antropomorfo del que quieren
escapar muchos) o no logra concebir ninguna forma de trascendencia y se
precipita en su propia subjetividad como si esta fuera el alfa y la omega del
cosmos. Y así cuando el occidental se aleja de su religión de origen y se
acerca al budismo, los principios budistas se le aparecen como algo que en
realidad nunca fueron ni serán: estrategias de autoafirmación individual.
Pero el debate acerca de si
el budismo niega a Dios o no, no tiene ninguna implicación para el budismo
mismo. En cambio, el abandono de la devoción a Dios para desembocar en un
budismo reducido a no ser sino la exaltación del propio yo, sí la tiene y muy
seria... Así que nos detendremos en este segundo caso puesto que compete más
íntimamente a la comprensión del budismo y de su práctica.
Ese abandono, por parte de
los occidentales, de una tradición monoteísta y la búsqueda de un camino
espiritual alternativo suele estar íntimamente ligado a los conflictos
producidos por una noción demasiado antropomórfica e ingenua de Dios. Llega un
momento, en el desarrollo personal de mucha gente, en que esa noción tan
precaria de Dios se vuelve insostenible, pero no se sabe o no se puede ir más
allá de ella; ya sea porque no se ha profundizado lo suficiente o porque desde
la misma enseñanza religiosa no se brindan los elementos que permitirían
superar esa frustración.
Pero, aquellos que en esas
condiciones se introducen en el budismo no hacen sino trasladar al budismo la
misma ingenuidad y antropomorfismo que no lograron superar en sus religiones de
origen. Así, el verdadero factor de conflicto con la religión monoteísta
persiste también en el budismo pero bajo nuevos ropajes...
Uno de esos ropajes es el que
consiste en interpretar que el budismo es un camino puramente 'humano' en el
sentido mundano e individualista de esa palabra. Otro ropaje, que no es más que
una consecuencia de lo anterior, es el de confundir la interioridad
budista con lo subjetivo individual. Como señalábamos al principio, en los
ambientes budistas de occidente, con muchísima frecuencia, se escuchan decir
cosas como: 'todo está dentro mío' o 'mi destino depende mí' o 'gracias al
budismo comprendí que yo puedo todo' o 'el budismo me enseña a no poner fuera
de mí la fuente de poder y dirección de mi vida' u otras declaraciones
similares.
Pero, al concebir el budismo
en esos términos, se olvida que éste, el budismo, ha sostenido siempre que el
'yo' es una entidad totalmente ilusoria; y no sólo ilusoria en sí misma sino
también fuente de las ilusiones y sufrimientos que aquejan al individuo a cada
momento de su existencia. Así que lejos de ganar en autonomía y libertad estos budistas
confundidos se encierran en una prisión mucho mayor y más peligrosa que aquella
de la que trataron de escapar al abandonar sus antiguas religiones: la
prisión del yo.
Se confunde la interioridad
del budismo con la afirmación de la subjetividad y de la propia individualidad.
Creo que no es exagerado decir que hay ahí un desvío grosero.. tanto o más
grosero que el del teísta que hace de Dios una suerte de súper patriarca de
rasgos humanos pero más grande y poderoso que los humanos. Lo repetimos: hacer
del budismo una religión de la autonomía personal y de la autoestima es tanto o
más grosero que la más grosera y antropomórfica de las nociones monoteístas
sobre Dios. Pero efectivamente eso ocurre. Esa desviación está muy difundida y
hasta es propiciada por ciertos líderes budistas que, de tan modernos y
occidentalizados que son, ya no comprenden su propia tradición
Pero, lo peor es que esa
desviación acarrea consecuencias muy negativas y muy serias. Pues, si bien la
exaltación del yo y la elevación de la autoestima pueden, momentáneamente,
producir algunos resultados positivos en la vida mundana; lo cierto es que esos
resultados se irán tan pronto como vinieron y el sujeto seguirá tan prisionero
como siempre, o más, de lo que constituye su verdadero problema: la falta de
una experiencia religiosa real que lo lleve más allá de sí mismo.
En la noción ingenua de Dios
de la que se pretendía escapar, es decir de Dios como un ser análogo al hombre
y exterior a él, podía haber todavía un factor liberador; ya que ese Dios era
todavía trascendente en relación al yo. Y la aceptación de esa trascendencia es
siempre per se liberadora, en algún grado, de la prisión subjetiva del
yo. Mientras que al convertir al yo del hombre en el alfa y omega de su destino
y de su razón de ser, se consolida la ilusión fundamental de la que proviene
todo daño, toda ignorancia y todo sufrimiento.
Esta suerte de religión del
yo y de la autoestima puede considerarse, con toda justicia, como una forma de
idolatría.. y de lo más perniciosa porque bloquea el camino que justamente toda
religión auténtica debería propiciar: la experiencia de la finitud del
individuo -y por lo tanto del yo- y su apertura a la trascendencia.
Para corregir este error hay
que reparar en que el budismo no habla de Dios pero tampoco pone en su lugar al
yo. En el budismo no se trata de Dios, al menos no de un Dios cosificado y
exterior como el que concibe la mayoría, ni tampoco se trata del yo. La
realización espiritual en el budismo, en cualquier grado que sea, no se asimila
nunca a lo subjetivo individual. En el budismo la realización espiritual no
puede asimilarse a la simple elevación de la autoestima. No se trata de
exaltarse a sí mismo sino de trascenderse a sí mismo. Y quienes
escapando de un Dios demasiado tosco y agobiante se precipitan en una religión
puramente humana y subjetiva, terminarán, tarde o temprano, mucho más agobiados
que antes.
Eso es así por las razones
que indicamos más arriba: que el concepto vulgar de Dios, por limitado que sea,
permite todavía a los creyentes establecer cierta relación con lo que
trasciende la condición humana en lo que ésta tiene de individual y finita.
Pero la religión de la subjetividad y la autoestima no hace otra cosa que
atarlos todavía más a la causa fundamental del sufrimiento: lo que el budismo
llama ignorancia u oscuridad radical. Es decir, la ilusión del ego con todas
sus formas de pavoneo y autoengaño.
El budismo no es un camino
subjetivo. No es la exaltación del yo ni es la exaltación del hombre. El
budismo es interior pero 'interior' no quiere decir subjetivo. Lo que el
budismo encuentra en la interioridad del hombre no es su yo, no es su ser
psicológico con todas sus estúpidas pretensiones, es aquello que trasciende al
yo: Myoho, la Gran Ley del universo.
El budismo es un camino
humano pero no es un camino meramente humano... pues el budismo enseña, al
igual que otras tradiciones, que el hombre es ese ser que está infinitamente
más allá de sí mismo...
El budismo no habla de Dios
pero remite a la Gran Ley del universo e invita al hombre a descubrir esa Ley
en el contexto de su propia vida. El efecto de ese descubrimiento, lejos de
consistir en reducir todo al yo, es el de reconducir al yo a su única fuente de
realidad y verdad: la Gran Ley (Myo Ho)
Y en ese proceso de
reintegración en el ritmo de la Gran Ley se transforma al yo. Pero no para
exaltarlo ni para darle una sensación ilusoria de importancia y autonomía,
sino, al revés, para desmentirlo, para arrancarlo de sus engaños, para vaciarlo
de sí mismo... A ese vaciamiento alude la palabra nirvana' (extinción) y
ese es, también, el sentido del conocido símbolo budista de la gota que retorna
al océano.
No se trata, entonces, del
afirmar al yo sino de reconocer en el interior de la propia vida al Sí
universal. Aquél Sí universal que se expresó por boca de Jesucristo con
las palabras 'soy el camino, la verdad y la vida'. El mismo Sí
univeral que, siglos después, hizo decir al mártir musulmán al-Hallaj: 'Yo
la verdad'.
En estas declaraciones, de
Jesús y de al-Hallaj, no se exalta al yo sino todo lo contrario: se da
testimonio de su completo anonadamiento en la Verdad y en lo universal. En esos
ejemplos de verdadera realización espiritual el ego ha sido transformado en el Sí.
Eso no tiene nada que ver con la autoestima. Mientras el ego está preocupado
por su propia valía sigue atrapado en la ilusión.. no importa si se cree
importante o insignificante.
Nada podría estar más lejos
del discurso sobre la autonomía personal y la autoestima que la verdadera
espiritualidad. El budismo es un camino auténtico, y es lamentable que se lo
reduzca a ser un producto más del enorme mercado de ilusiones y sugestiones
pseudo espirtuales de la postmodernidad.
Por lo tanto, aquellos que
buscan en el budismo aquello que no encontraron dentro de sus propias
tradiciones deberían tener bien presente que, lejos de reforzar al yo en su
ilusión de autonomía, se debe apuntar, en el budismo como en cualquier camino
espiritual auténtico, a recuperar una relación entre el individuo humano y el principio
universal que lo sostiene y lo guía y que constituye su única razón de ser. Y
esa recuperación no podría lograrse nunca sin la conciencia de una dimensión trascendente.
Esa dimensión que muchos no logran reconocer en el budismo debido a una lectura
superficial y excesivamente 'modernizada' de sus enseñanzas.
En fin, para concluir esta
disquisición sobre Dios y el yo, queremos destacar que no hay peor Dios que el
yo del hombre porque no hay nada más exterior y ajeno a la esencia del hombre
que ese mismo yo...
Máximo Lameiro
Bs. As. Agosto, 2002
Bs. As. Agosto, 2002
(*): Por ejemplo, léase el
artículo del Sr. Tetsugai Obo 'El Budismo la cultura del océano', en el cual,
más allá de las buenas intenciones del autor, se propicia la interpretación del
budismo que aquí criticamos. Publicado en Internet; puede accederse desde aquí:
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Muy bueno. Para tener en cuenta. Gracias. Silvia, SGIAR
ResponderBorrarHola, excelente el post... Excelente. Soy Catolica y estoy dando mis primeros pasos en el Budismo. Por cuestion de segundos, senti pena de dejar a mi Dios y ahi nomas lo enntendi: El Budismo es el camino para llegar a Dios, en el exacto sentido que pude palpar al leer cada linea de este post. El Budismo llego a mi a traes de Dios porque a pesar de dejar de ser practicante como Cristiana, en mi interior El estuo siempre... Y cuando llego el momento, me mostro el camino al Budismo, para desarrollarme en mi Interior. Me encanto leer este post. Hoy tue mi primer momento de NamMyohoRengeKyo. Estoy muy agrdecida.
ResponderBorrarFELICITACIONES
BorrarA mi me sucede igual. Pero explicame yo siento que le estoy siendo infiel a Dios Padre.
ResponderBorrarHeylu no estas siendo infiel ni nada, son cosas totalmente diferentes, alguna vez me hicieron ver una diferencia entre el Budismo y el catolicismo, bueno era la siguiente mientras que el católico alza sus brazos y busca ayuda al cielo (externa) el budista busca dentro de si, porque sabe que nadie mas que el podrá ayudarlo, es decir que en la medida que tu busques dentro de ti, encontraras los caminos para seguir adelante, UN ABRAZO eduravi@gmail.com
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ResponderBorrarCuando la persona entienda o comprenda sus estados, practicaran correctamente la LEY MISTICA PARA TRANSFORMAR SU REVOLUCION HUMANA.
ResponderBorrarCon FE PRACTICA Y ESTUDIO.
NAM MIHO RENGUE KIO