Por Paola Ciuffoletti Furunovic, Serbia
Yo no sentía hambre, no podía dormir, dejé de reír; no podía encontrarle sentido a nada de lo que hacía, en mi trabajo, en las palabras, en la vida. Mi mente estaba encadenada a una serie infinita de pensamientos negativos en los que todo perdía sus dimensiones usuales y la felicidad parecía un espejismo, completamente imposible de obtener.En los tres primeros años de universidad me había lanzado a la vida y al trabajo, y lo disfrutaba todo. ¿Era posible que la de ahora también fuera yo? Había caído enferma de algo que nunca antes había experimentado, una enfermedad de la vida que no sabía como enfrentar, conocida como depresión.Por esos tiempos estaba en contacto con una íntima amiga, llamada Daniela. Varios meses antes ella me había hablado acerca de su práctica budista, de modo que le pregunté, "¿Sigues haciendo eso? Si es así, te acompañaré a una reunión". Eso ocurrió en 2000, y fue el comienzo de un gran cambio para mí.Durante los siete años pasados, gracias a mis actividades regulares en el "gimnasio de la SGI", primero en Italia y luego en Serbia, he aprendido a ver dentro de mí y apreciar que toda persona necesita ser comprendida y respetada como un "universo" único; que cada uno de nosotros es un Buda. Sé que a través de mi práctica budista puedo abrazar a todos, incluso a las personas que están lejos, y que lo que más importa es la sinceridad de nuestro corazón y mente. Asimismo aprendí que todo en nuestra vida puede ser utilizado de una manera positiva. Todo depende de nosotros.Recientemente, la depresión volvió a tocar a mi puerta. Esta vez quedé completamente aterrada, preguntándome, "¿He vuelto a lo que era siete años atrás? ¿Qué está pasando? ¡Esto no es posible, después de todos mis sinceros esfuerzos por los demás!". Sin embargo, entonces pude comprender que los obstáculos siempre nos confrontarán en el momento en que estamos logrando un gran progreso y que nuestros puntos débiles están, naturalmente, donde somos más vulnerables. Los aspectos negativos de nuestra vida nos conducirán a la engañosa creencia de que la realidad es sólo lo que percibimos en ese instante; pequeña, detestable y carente de sentido.Esta vez me recuperé más rápidamente: Quería vencer y hacerlo ahora mismo. Me esforcé por ayudar a otros y busqué orientación y apoyo en mi fe; de pronto comprendí el significado más profundo de esto –que puedo utilizarlo para alentar a otras personas que atraviesan la misma situación. Y luego llegué a entender que, en el esquema budista de las cosas, el estado de Budeidad también existe dentro del estado de infierno, al mismo tiempo. Lo importante es poder recordar esto en el momento crucial y no claudicar.Ahora, cuando estoy sufriendo, lo primero que hago es buscar a mis amigos budistas, de modo que podamos practicar juntos. Para alguien como yo, a la que se le hace muy difícil decir lo que siente, este ha sido un cambio extraordinario. Siempre sentí que buscar ayuda en los demás era equivalente a una capitulación, y que admitir que me estaba sintiendo mal era una derrota. Poder compartir tanto mis alegrías como mis sufrimientos con otras personas es hoy una gran victoria.Siento una profunda gratitud por todos aquellos que me han alentado, y quisiera ofrecer un fresco aliento de esperanza a quienes se han rendido, como lo había hecho yo antes. Estoy decidida a construir una familia armoniosa y experimentar la felicidad en cualquier circunstancia. Me siento afortunada por vivir en este maravilloso país de Serbia junto con mi esposo e hijo y ser, aquí, parte del pequeño grupo de miembros de la SGI.[Adaptado de un
artículo publicado en la edición de octubre de 2007 de SGI Quarterly]